Arabia Saudita, agenda hegemónica y realidad

MSIA Informa El martes 4 de diciembre, la directora de la CIA (Agencia Central de Inteligencia), Gina Haspel, compareció ante un comité selecto del Senado estadounidense para exponer lo que es de conocimiento general sobre la responsabilidad del presidente heredero de Arabia Saudita, Mojammad bin Salman, en el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi, ocurrido en el consulado saudita de Estambul a principios de octubre. Haspel afirmó en la audiencia que la CIA tiene una “alta confianza” en la responsabilidad directa de MBS, como el príncipe regente es de hecho conocido. Los senadores presentes afirmaron haber salido de la audiencia con “cero dudas” al respecto (Antiwar, 04/12/2018). El republicano Bob Corker afirmó que “es necesario ser intencionalmente ciego para no llegar a esa conclusión.” Su colega de partido Lindsey Graham, uno de los miembros más belicosos de la casa, salió de la audiencia diciendo que MBS es loco y peligroso. Para él, el heredero no es un aliado confiable de Estados Unidos. La Casa Blanca le había prohibido anteriormente a Haspel declarar, pero Trump y sus asesores cambiaron de idea luego de que el Senado amenazara con aprobar una resolución contraria a cualquier participación estadounidense en la agresión saudita a Yemen, que ya dura más de tres años, y sin un final a la vista. La funcionaria mencionó a los senadores el resultado de su reciente visita a Ankara, donde tuvo acceso a las grabaciones hechas por los servicios de información turcos en el consulado saudita, referentes al asesinato de Khashoggi. El resultado directo de la audiencia fue la presentación de una resolución bipartidista, el miércoles 5, que declara que el Senado cree que MBS estaba “al mando de las fuerzas de seguridad en el momento del asesinato de Jamal Khashoggi (Antiwar, 05/12/2018). La resolución incluye un llamado para que tanto el gobierno estadounidense como la comunidad internacional responsabilicen públicamente a MBS del crimen, además de instar al gobierno saudita a negociar un acuerdo de paz con Yemen, resolver su disputa diplomática con Catar y liberar a algunos de los muchos de sus ciudadanos presos por motivos políticos. A pesar de no ser obligatoria, en caso de ser aprobada, la resolución será un duro golpe para la imagen pública de MBS y del régimen saudita. Como este informativo afirmó recientemente, el asesinato de Khashoggi podría ser la proverbial pulga que le rompió el espinazo al camello, en lo que toca a Arabia Saudita en la labor que desempeñaba para el orden hegemónico del eje Washington-Nueva York-Londres. Cargo fundado en: 1) fiadora del esquema de los “petrodólares,” la exclusividad del uso del dólar para el pago del petróleo; 2) principal financiadora del terrorismo musulmán y del yihadismo, movilizados en calidad de fuerzas mercenarias por los servicios de espionaje de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), para operaciones en Libia, Irak, Siria y otros países objetivos de la estrategia hegemónica; 3) integrante de la alianza tripartita con Estados Unidos e Israel contra Irán, adversario declarado de las estrategias de eso tres países en Medio Oriente. Así pues, lo que está en juego no es la cabeza coronada de MBS, que al final de cuentas es descartable en cualquier momento, sino esas funciones del reino saudita, en especial, ante la realidad de que Rusia e Irán han asumido papeles regionales cada vez más destacados contra las pautas elaboradas en Washington, Riad y Tel Aviv, así como en la intervención que impidió la derrota militar de Siria ante los yijadistas que ensangrientan el país desde 2011. Por ello, en este escenario “no lineal” de acontecimientos imprevisibles, las repercusiones del asesinato de Gashoggi todavía parecen lejos de agotarse.

Noticias relacionadas

Comenta